Tuesday, June 27, 2006

junio veinticuatro

Despertar es una zona gris: Amanece gris, oscurece lluvia, profundiza despertar. Los malestares de junio no reconocen piedad, piedad para mí. Sin embargo, soy hoy algo temprano, soy hoy buen tiempo para viajar. Arriba, cielo negro, la Furia desatada. Abajo es mi mundo: Subterráneo, somnoliento, abismal: Combinaciones apuran el abismo horizontal: (me) acercan la rutina. Me alejo rápido, rápido transcurre el reloj. No importa, al menos no hoy. Luego, es ya salida, recreo general. Cuento un algo como deporte de ilusión. Ahora me invito, me invento un amigo, acaso sólo por hoy. En el bolso me pesa una herramienta personal. Es día de despilfarros. Es tiempo de diversión. Sabemos de un bar, cerca de todos, y entre todo y de la nada, el alcohol, el cigarro, el descontrol. De pronto, la sensación de restaurar un poco de pasado: Gente hueca apretujada por un fin común, un inicio de triunfo, un indicio de victoria, (me) recuerda eso de pertenecer: Yo supe engendrar estados de pura emoción. Y en esos puños ignotos y en esos cantos afables y en esa complicidad prestada, reconstruyo el entusiasmo olvidado. Me siento entonces parte del mundo, un tipo mundial, un fanático universal. Qué me importa luego la miseria que pronto sobrevendrá: Hoy sábado me siento con el coraje justo para el todo recomendar, para la nada disculpar. Sé que todo tendrá que bien terminar: Aunque sepa que nunca todo del todo bien ha de terminar. Mañana lo sabré reconocer. Mas hoy me siento triunfo, entonces ahora soy todo disculpa, ahora soy todo recomendación: Hoy comparto teorías de suicidio con el amigo extranjero, hoy le refiero lo inútil de la inmortalidad, hoy le corrijo la búsqueda imposible de la mujer ideal: Nada existe y es como que tampoco en mí existe la nada. Y dejada atrás la euforia, marchamos como amigos del infortunio, provocando por qué no la suerte de a cualquiera arrastrar, de con cualquiera apurar a terminar: Nadie debería quedar a salvo en un día de selección. Pero, al fin, como siempre, nadie acompaña. Como nunca, me quedo solo. Ya todos marchan con su privada desilusión. Y en la lluvia ahora nocturna, ahora hecha racimo de postizos festejos, es a mí a quien (me) devuelven invertido: Sólo (me) traigo conmigo el vértigo del regreso, el desequilibrio del futuro, el peligro de la descompensación.
Y en malas condiciones, quién puede soñar esta noche con clase alguna de resurrección.

felipe marangoni

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